En la cuaresma, una nota sobre la religión verdadera (3/3)
Aceptar que hay una verdad religiosa no significa privilegiar una confesin sobre las dems. La verdad de la religin depende de la capacidad que tenga su palabra de trascender la comprensin humana de lo humano. Para lograr esa perspectiva trascendente las culturas afinan el carcter de su dios o sus dioses, que en el mejor de los casos hablan a todos directamente o, por lo general, a travs de una casta privilegiada de hombres.
Creer en la verdad de la palabra divina no es lo mismo que creer en los refranes porque la sabidura que ah se expresa no es humana. Se dira que se trata de un ingenioso ardid para crear la ilusin del remitente divino que se comunica a travs de los textos. El problema es que, segn las reglas de ese juego del lenguaje que llamamos religin, no se puede saber si es una ilusin o no, porque este tipo de creencias no admiten verificacin.
Esas son las reglas; tmalo o djalo. Para quienes ni lo tomamos ni lo dejamos, cabe todava destacar que en la naturaleza parece haber un cdigo ordenador del caos, una suerte de auto-organizacin de la complejidad, que se replica en diversos niveles, que degenera y se regenera, y que los humanos han sido capaces de vislumbrar desde el momento en que dejaron de pensar solo en comer. Sobre esta base habran inventado la religin.
Qu tenemos hasta aqu? Una ecuacin en la que se suma solemnidad ms discurso moral y se divide entre palabra y trascendencia, lo que arroja como resultado la muerte. Imaginen a un bromista irreverente; ahora piensen si sera capaz de aparecer en un velorio vestido de payaso. La muerte es la madre de todas las solemnidades, y aun as la desafiamos con gusto. Pero esa partida no se puede ganar; por eso, algunos deciden jugar otra.
La verdad del refrn Quien bien come y digiere, solo de viejo se muere se puede ver a diario en el cuidado que cada vez ms personas ponen a su salud. Tiene sentido, pero no es una verdad trascendente. Todava est de este lado de la ribera. Ms fronterizo es este: La muerte est ms cerca de nosotros que la pestaa del ojo. Pero se queda corto porque no hay el emisor supra-humano que provea la norma desde precisamente la otra orilla.
El juego religioso exige que la sabidura que expresa trascienda lo humano, lo que en concreto significa que proceda de y retorne a el agujero negro de la razn que es la otra orilla. Esa dimensin es tan oscura que se la puede llamar nada. El hecho es que de la nada venimos y a la nada volvemos. Llamar Dios a "eso" es fcil; lo difcil es creer que de algn modo le habla a los seres humanos. Esta creencia es la regla dorada de la religin.
FIN