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En la Tierra

El Papa y la recepción del Vaticano II (prima secundae)

Publicado: 2012-04-02

Al convocar el Concilio, Juan XXIII anunció que sería un aggiornamento de la Iglesia; pero, según Benedicto XVI, quienes creyeron que eso significaría un cambio radical se engañaron. Para él, la ‘puesta al día’ se interpretó mal, al punto que se corre el riesgo de “una ruptura de Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar.” Particularmente crítica resultó la recepción de la Constitución Dogmática Lumen Gentium. ¿Por qué?

Se cuenta que el famoso Cardenal Roberto ‘Tito’ Bellarmino S.J. decía que la Iglesia era tan visible como la ciudad de Roma. Esa frase expresó el sentido común en materia de eclesiología durante siglos. Para los redactores de Lumen Gentium también era crucial que ‘visible’ e ‘invisible’ no fueran dos iglesias, sino el misterio de la unidad de la Iglesia, análogo al misterio de la Encarnación o a la unidad del alma y el cuerpo.

De estas consabidas analogías se sigue que la visibilidad plena de la Iglesia no se da en el siglo, es decir, in questo mondo cane, donde sólo se ven los cuerpos; sino en la fe, que es la prueba de las cosas que no se ven (Heb 11:1). Ello implica, a su vez, que para ‘los ojos de la fe’ el Espíritu de Cristo actúa sobre la Iglesia visible en todas sus dimensiones: jerárquica, comunitaria y terrenal. ¿Qué significa terrenal en ese contexto?

¿Dónde está la Iglesia? Responder ‘en la Tierra’ subrayaba que no estaba solo en Roma. La fórmula del Vaticano II para definir a la Iglesia es ‘santa, católica y apostólica’, es decir, ya no añade ‘romana’. ¿Por qué? No porque se hubieran perdido los territorios pontificios, sino porque se comprendió que su pérdida favorecía la catolicidad. Como poder temporal estuvo por allí; pero como poder espiritual está en todo el orbe.

En lo que toca al gobierno de la Iglesia, Lumen Gentium define que la autoridad suprema la tiene el colegio episcopal cuando se reúne en concilio ecuménico. En esa fórmula podría verse un cierto ‘galicanismo moderado’, es decir, un intento de ‘democratizar’ la acción del Espíritu en el ámbito del alto clero. Leído así, el Papa sigue siendo principio y fundamento de la unidad de la Iglesia de Cristo, pero no es un monarca absoluto.

Por último, en lo que respecta al dogma de la infalibilidad, Lumen Gentium se inclina por una suerte de ‘conciliarismo moderado’ cuando aclara que la infalibilidad es prerrogativa no solo del Papa, sino del Papa y del cuerpo episcopal cuando conjuntamente definen la doctrina de la fe y la moral. Contrastadas con las posiciones de los papas anteriores, estas definiciones parecían dar un giro hacia la monarquía constitucional.

Pero, como veremos en la siguiente entrada, no fue así.


Escrito por

Luis Eduardo Bacigalupo

Anti-filósofo, profesor de filosofía dedicado al estudio de la religión, creyente escéptico, malleus maleficorum... etc.


Publicado en

El Ojo de Timón

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