Comparemos cardenales: Viena y Lima frente a la crisis de la Iglesia
Ambas ciudades tienen una larga tradición católica que se puede considerar, en términos generales, conservadora. Sin embargo, como ocurre en todo el mundo, Viena y Lima también muestran signos de una secularización muy avanzada y pujante. Sus arzobispos son cardenales y ambos, Christoph Schönborn y Juan Luis Cipriani, están comprensiblemente preocupados por la crisis de la Iglesia, que está entrelazada con ese proceso. ¿Quién en la Iglesia no lo está? La pregunta es cómo enfrentan la crisis estos personajes.
Schönborn es un dominico de un perfil público muy moderado, solo un 17% de la población austríaca lo considera conservador. Cipriani es del Opus Dei y aquí nadie pierde el tiempo preguntando lo obvio.
Schönborn no está entre los papables, es decir, no es candidato a suceder a Benedicto XVI, pero bien podría dar una sorpresa; Cipriani… Cipriani es del Opus Dei.
A fines de marzo, en Viena se esperaba que Schönborn no apoyara la elección de un señor llamado Florian Stangl como miembro del consejo parroquial de Stützenhofen. Stangl es un homosexual que convive en una unión registrada civilmente. En contra de la opinión del párroco, Schönborn aprobó la elección de Stangl y defendió esa decisión con un argumento simple: una elección de los parroquianos debe ser respetada por el arzobispo. En Lima, Gastón Garatea, un cura de los Sagrados Corazones, habría declarado que no se opone a la unión civil de personas del mismo sexo. A diferencia de Schönborn, que dio una entrevista en la televisión para explicar su decisión, Cipriani no renovó la licencia de Garatea para ejercer su ministerio y mandó a un funcionario a declarar. En un estilo muy poco cristiano, éste individuo solo insinuó que las faltas de Garatea eran más graves.
Algún lector podría pensar que la analogía que trazo no es buena, porque en Viena se trata de un laico y en Lima de un cura. Pero hay que tener en cuenta dos cosas que suceden allá. La primera es que Schönborn desautorizó al cura de Stützenhofen, Gerhard Swierzek, quien no quería homosexuales en su consejo. La segunda es que este es el menor de los problemas que enfrenta Schönborn. Su verdadero gran problema se llama Helmut Schüller.
Schüller es un sacerdote austríaco que ha alcanzado fama y despertado gran interés en los medios europeos a raíz de su Llamado a la desobediencia, siete puntos para una reforma de la Iglesia que constituyen un acto de rebelión contra Roma. Al ser seguido por más de un centenar de párrocos austríacos, el llamado se convirtió en un movimiento, que ahora se conoce como la Iniciativa de los Párrocos. ¿Qué ha hecho Schönborn frente a esto? El cardenal vienés ha rehuido sancionar a los curas y ha declarado que no quiere hacerlo. Ha optado por el diálogo, pero lo más probable es que no tenga éxito. El pronóstico de este conflicto es en todo caso incierto. Schönborn está ante un dilema: si sanciona, enajenará a gran parte de su feligresía, con una alta probabilidad de que el movimiento se convierta en cisma. Si no sanciona, dará un aval tácito a la justicia de las demandas planteadas por Schüller.
Como se puede ver, Schönborn no parece ser un cardenal calculador y está claro que se está jugando el pellejo por amor a su gente. Cipriani, en cambio, es un personaje que se ha caracterizado siempre por mover a sospecha. En su apuro por sancionar algo infinitamente menos grave que lo que pasa en Viena, Cipriani podría estar anticipando un posible acuerdo entre Roma y la PUCP, en el marco del cual se crearía una comisión económica conformada por tres miembros, uno de los cuales tendría que ser de la Orden de los Sagrados Corazones. ¿Garatea, ese gran amigo de la PUCP, el cura de la Comisión de la Verdad, a cargo de la vigilancia económica de la Universidad?