El difícil paso del profesor de humanidades
A propósito del debate sobre la ley universitaria
res angusta domi (como dijera Juvenal)
Cuando en los medios humanísticos se critica tan duramente a la universidad con fines de lucro (UCFL), da la impresión que se hace bajo el temor que el nuevo modelo condene a las humanidades a su extinción. Inconscientemente, con esa crítica se le otorga a la UCFL el mismo poder de un gigantesco meteorito. De ser el lucro así de poderoso, barrería en efecto con cualquier especie y, entre otras cosas, se estrecharían los horizontes de la formación universitaria.
Pero, ¿se justifica esa alarma? Creo que no. Si se sopesan bien las amenazas reales y se toman algunas medidas oportunas, no habría por qué hacer sonar las sirenas.
1.
Desde el punto de vista de la docencia, el momento ideal para el paso de los estudiantes por las humanidades me parece que son los últimos años de la secundaria y los primeros años de la universidad. Si en ese tiempo de su formación se familiarizaran con el estudio de la historia, de la literatura y la filosofía, y adquirieran además un trato frecuente con el arte en alguna de sus manifestaciones, los jóvenes adquirirían competencias de enorme utilidad no solo para su formación profesional ulterior, sino para toda la vida.
Esa es para mí la principal razón por la que debe abogarse por la enseñanza de las humanidades o su equivalente en cualquier parte del mundo. Vistas, sin embargo, las amenazas, reales o supuestas, desde el punto de vista de los profesores de humanidades, la cosa se complica un poco y, en algunos casos, la crisis podría incluso alcanzar niveles jurásicos. ¿Porqué?
Como ocurre con todos los profesores, los de humanidades no solo impartimos un servicio a la comunidad, sino que debemos también reproducirnos. En otras palabras, hace falta no solo enseñar humanidades a un público amplio sino además formar buenos humanistas que tomen la posta.
[Nota a cuello de página.- Aclaro que 'buenos' significa aquí virtuosos en su profesión; no significa ‘buenas personas’, porque desde mi punto de vista, la comprensión de la virtud ética no hace virtuoso a quien la comprende.]
Vistas las cosas así, yo no podría de ningún modo estar en contra de la universidad sin fines de lucro (USFL), porque esa es la clase de institución llamada a formar a los buenos humanistas. No obstante, critico a quienes creen que la sola existencia de la UCFL amenaza con extinguir a la USFL.
2.
Lo dicho hasta aquí mira el tema desde la perspectiva de la docencia. Ahora, ¿qué hay que decir desde el punto de vista de la investigación humanística?
Uno de los problemas mayores de aquellas universidades que cuentan con una amplia oferta de carreas profesionales y que desean tener, además, una política institucional de investigación lo genera el carácter variopinto de las actividades que reciben ese nombre. Intentar ordenar ese panorama me causaría un dolor de cabeza que no quisiera tener, pero tal vez ayude un poco considerar cómo se gesta un futuro buen humanista.
Aunque en lo personal sea un crápula, un humanista es bueno si es capaz de investigar y generar nuevo conocimiento en su área específica de estudio. Las crisis jurásicas suelen manifestarse en aquellos centros de enseñanza donde no se estimula la invención y la creatividad para producir algo nuevo, sino que se sienta más bien al futuro clon en un salón de clase, durante tres o más años, a escuchar y repetir con fidelidad lo escuchado.
Si un parque docente es lo suficientemente avispado, cambiará su forma de enseñanza y la adaptará lo más pronto posible a los desafíos de su tiempo. Pero los profesores de humanidades no solemos tener la agresividad colectiva de las avispas, que juntas construyen, reconstruyen, adaptan y defienden el hábitat común. Por el contrario, nos caracteriza la agresividad territorial, aquella que nos enfrasca en interminables rencillas internas, y me excuso de recurrir al bestiario porque no es fácil imputar a otros esta característica particularmente humana.
Por todo lo cual, no extraña que en la mayoría de la universidades la marcha de la docencia humanística se siga gobernando hasta ahora por su propia inercia de actividad 'escolarizada'.
3.
Vistas las cosas así, la mayor amenaza a las humanidades no procede del espacio exterior, sino de aquellos prestigiosos profesores de humanidades que creen que su forma de concebir y ejercer la docencia no debe cambiar.
Critico el recurso a la supuesta generación de valores éticos para defender a las humanidades, porque con eso se ocultan los verdaderos problemas. No creo que el conocimiento de la historia, de la literatura, la filosofía y la teología (que, dicho sea de paso, debería incluirse en el paquete si la universidad está vinculada a alguna confesión religiosa), sean indispensables para la ética de las personas. Me parece que el conocimiento de esos ámbitos no juega un papel determinante, sino solo secundario, de refuerzo de disposiciones habituales hacia el bien. Creo que esas disposiciones se adquieren muy temprano en el hogar o en la escuela, y que en la edad universitaria, si están ahí, se hallan en todo caso en proceso de consolidación.
Cuestiono además la asociación necesaria de mala calidad educativa y lucro. Que muchas UCFL sean de mala calidad es solo evidencia circunstancial. En las actuales circunstancias, en efecto, la mayoría de las universidades lucrativas creadas a partir del DL 882 (pero no todas) son de mala calidad. De allí no se sigue que sean malas por ser lucrativas. Eso es un sofisma. Tal vez, lo más probable es que sean malas porque sus gestores aún no están usando adecuadamente sus recursos. En cuanto empiecen a hacerlo, obligados por supuesto por el mercado, invertirán en mejoras sustantivas.
Si hay plata, no veo por qué una UCFL no podría convertirse en institución educativa de calidad. ¿Conocen algún emprendedor que no quiera que, con las reinversiones adecuadas, su empresa siga siendo competitiva?
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El paso de las humanidades por esta época de grandes transformaciones es difícil. No puede dejar de reconocerse que, en la lógica del lucro, las reinversiones se harán solo en aquello que mejor venda. Los parques docentes humanísticos no suelen ver la necesidad de vender adecuadamente su producto. Muchos humanistas se escudan en la idea romántica que ellos no venden nada, o en la contraparte ideológica de esa misma idea, que consiste en querer dar por sentado que una universidad solo puede ser de calidad si imparte humanidades. En función de esa actitud defensiva, ¿se exigirá la eliminación de las UCFL por ley o la subvención estatal de las carreras no lucrativas?
A mi juicio, el éxito de los distintos modelos lo dará la competencia, y ésta, que duda cabe, debe estar cuidadosamente regulada por el Estado. El resto es chamba de los profesores.