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Nota sobre el encubrimiento y el abuso sexual del clero

Publicado: 2013-09-20

Cuando se hizo patente que la pederastia y su encubrimiento eran problemas endémicos de la Iglesia católica, me pregunté cuándo se descubrirían los casos de abuso sexual en la Iglesia peruana. Aquí el tema parecía estar sellado por un pacto de silencio. En la prensa apenas hubo alusiones tímidas cuando fue inevitable, sin que se ahondara más ni se buscaran nuevos casos.

Con la elección de Francisco y a la vista de los cambios que está lentamente implementando en Roma, es posible que el silencio empiece a mostrar grietas. En Lima, por lo pronto, Cipriani parece haber perdido el control de su arquidiócesis y, si en efecto es así, ya no se podrán ocultar los delitos que se hubiesen cometido allí o en otras sedes gobernadas por obispos habituados a encubrir.

Si García Sayán no hubiese mencionado en La República el caso del pederasta Gabino Miranda Melgarejo, no nos hubiésemos enterado. En su mayoría, la clase política y la prensa nacional —digamos así— no destacan por su afán de hacerle preguntas incómodas a la jerarquía eclesiástica. ¿Pidió Piñeiro la destitución de Miranda? ¿Por qué no se informó del delito a las autoridades civiles?

El Papa Francisco es una señal de renovación; pero la meta requiere de condiciones que aún no veo dadas. Falta abatir las mafias enquistadas en el clero —no solo en el Vaticano— que seguirán operando donde se les permita hacerlo. Falta que el clero deje su absurda noción de escándalo y el resultante vicio del encubrimiento. Falta que sociedades como la nuestra se libren de su excesiva reverencia al poder eclesiástico.

Es comprensible que las víctimas de los abusos sexuales del clero tengan vergüenza de denunciar a sus victimarios, aún sabiendo que podrían volver a atacar. Pero es triste sospechar que su silencio haya sido comprado, porque eso es lo que significa encubrir: no solo mover al cura pederasta a otra parroquia, sino pagar además una suerte de indemnización espuria a las víctimas.

Por la salud de las personas implicadas, de la sociedad y, sobre todo, de la Iglesia misma, ya es hora de soltar esa carga que pesa sobre las conciencias.


Escrito por

Luis Eduardo Bacigalupo

Anti-filósofo, profesor de filosofía dedicado al estudio de la religión, creyente escéptico, malleus maleficorum... etc.


Publicado en

El Ojo de Timón

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